jueves, 2 de febrero de 2017

Entrevista de Daniel Capó Laisfeldt a Armando Pego por su Trilogía güelfa en Nueva Revista

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte de la Universidad Internacional de La Rioja ha publicado una entrevista a Armando Pego Puigbó por su Trilogía güelfa realizada por Daniel Capó Laisfeldt.

Armando Pego responde a diversas cuestiones esenciales de su Trilogía güelfa desarrollando por extenso sus reflexiones. Puede leerse completa en este enlace y más, por supuesto, en su Trilogía güelfa. Vaya aquí un fragmento de la entrevista:


El papel de la familia me lleva a preguntarle por uno de los temas centrales que recorren esta trilogía: el de la enseñanza. O más bien, el del desastre educativo en el que se anudan el desprestigio de la lectura, de la memoria, de la belleza y del humanismo. Como profesor universitario y padre, usted palpa este colapso desde diferentes perspectivas. Mi pregunta sería la siguiente: ¿Se puede salir incólume –nosotros, los alumnos, nuestros hijos– de una situación de crisis generalizada en la que incluso las instituciones aparentemente más tradicionales se han rendido a las inteligencias múltiples?  

El psicoanalista italiano Massimo Recalcati decía recientemente: “Si nuestro tiempo es la época de la disolución de la potencia de la tradición, si es la época en la que el padre se ha evaporado, ningún docente puede vivir de las rentas”. Con la excusa de que, dejando de lado melancolías ilusorias, estamos asistiendo a un cambio de paradigma lleno de oportunidades y posibilidades, que va acompañado además de toda una jerga pseudocientífica, la escuela ha dejado de ser un instrumento de transformación social para convertirse en un laboratorio de pruebas de todas aquellas prácticas que habrían de producir la deseada emancipación de un modelo maligno que hoy sólo existe realmente en la imaginación de sus promotores. Permítame decirlo: la innovación pedagógica, tan constructivista, se ha convertido, más que en una revolución permanente, en un arbitrismo profesional. Ya lo predijo Trotski en Literatura y revolución (1924): “La necesidad fastidiosa de alimentar y educar a los niños será eliminada para la familia debido a la iniciativa social. La mujer saldrá por fin de su semiesclavitud. Al lado de la técnica, la pedagogía formará psicológicamente nuevas generaciones y regirá la opinión pública. En constante emulación de métodos, las experiencias de educación social se desarrollarán a un ritmo hoy día inconcebible”. Los índices de fracaso escolar o de pobreza infantil parecen enquistados. De hecho, todo se ha reducido a cuestiones cuantitativas y estadísticas. Se dice que la escuela y la universidad no se pueden conformar en proporcionar a su alumnado competencias que, a la postre, mejoren sólo los ránquines de ocupabilidad y de movilidad social y profesional, sino que deben favorecer una formación integral de los futuros ciudadanos. Ahora bien, el problema socrático de la enseñanza, que define el eros como engendrar en la belleza, obligaría a algo que a nuestras sociedades les indigna: preguntarse, aunque sea a tientas, por la verdad y la falsedad de ciertos juicios. Y esta pregunta sólo puede plantearse, a mi modo de ver, desde el corazón de la familia como célula básica de una sociedad libre. Comprendo que al Estado, que se quiere convertir en nuestro heredero universal, le interese más dar sólo respuestas instrumentalizando una “sociedad civil” que legitime por extensión su poder. Desazonado, Recalcati declaraba que los padres se han convertido en sindicalistas de sus hijos, mientras -añado yo- los maestros deben luchar denodadamente para evitar convertirse en comisarios políticos sin atributos de un nuevo orden pedagógico que, como el Anticristo relatado por Soloviev, se ha arrogado la obligación de abrirnos camino a la paz y la prosperidad universal.

Armando Pego ha iniciado un nuevo blog-proyecto, El peregrino absoluto.